Todo mundo habla de los emos.

Todo el mundo habla de emos, en señal de una subcultura absorbida por la cultura global y por lo tanto en decadencia como subcultura.

La construcción de un estilo indica un rechazo hacia los modos en que la cultura, determinada por una clase dominante, se ejerce, en un gesto de desafío y repulsión en el que a los objetos se les atribuye un significado paralelo en forma de estilo.

La subcultura tiene sus bases en las transformaciones que se dan en rechazo a lo que la cultura califica como natural. De esta manera el discurso de toda subcultura va encaminado a molestar y contradecir lo que una mayoría piensa como lo correcto sobre todo de forma inconsciente.

La figura del Emo, aparece como la nueva subcultura espectacular del nuevo milenio. “Las subculturas espectaculares expresan contenidos prohibidos (conciencia de clase, de diferencia) en formas prohibidas (transgresiones de los códigos de conducta y etiqueta, infracción de la ley, etc.) Son expresiones profanas, y a menudo se las censura, significativamente como antinaturales.” Bajo esta perspectiva ¿qué contenido prohibido expresa el emo? ¿Cuál es su discurso? Y en ¿qué forma lo manifiesta? Y el punto más interesante, ¿por qué se le censura?

Partiendo de lo general, el emo representa el miedo mayor de una sociedad productiva capitalista. Esto es, una auto-explotación del yo como ser hipersensible, necesitado de amor y atención que lo vuelve improductivo. Resulta interesante que toda persona adscrita a esta subcultura sean jóvenes entre 13 y 22 años; edad en la que por lo general, dependen económicamente de los padres, y por lo que no es necesario ser productivos, puesto que lo que necesitan lo obtienen fácilmente de sus padres. Son así, una limitación para el capitalismo expansionista. En un juego de provocación hacia lo natural “atentan” contra su propia persona y contra nadie más. No hacen actos vandálicos del mismo índice que los punks, por ejemplo. Su “terrorismo” es hacia su propia persona, y en una “cultura humanista” en la que todo mundo habla sobre los derechos humanos es escandaloso. Más que cumplir su amenaza de suicidio, es una provocación social. ¡Que funciona!

Su provocación transgrede incluso a círculos intelectuales, mediante el lenguaje. Su apropiación del correcto lenguaje pone sobre la mesa la arbitrariedad de la configuración del lenguaje. El atentado de los emos va más allá y pone, como nunca antes, al racionalismo a temblar. El positivismo encuentra en el emo a su mayor rival, su oponente número 1. Pone de manifiesto la inutilidad del ser humano y esto a todo ser humano molesta. El emo constituye así una subcultura, por paradójico que sea, en su forma estupidizada una rebelión disfrazada que nadie toma en serio pero que se va a las raíces más profundas sobre la que esta cimentada la cultura contemporánea. Claro que el emo no lo sabe, es un estúpido intelectual, cuando el emo tome conciencia de lo que genera a nivel cultural el proyecto del emo se vendría abajo.

Hace dos años, al menos en México, el emo era una subcultura pequeña, escondida en el internet, accesible a unos cuantos y de la que nadie hablaba en conversaciones ocasionales. Cuando fue descubierta por la prensa y los medios masivos de comunicación comenzó su decadencia, se convierte en moda y comienza a formar parte de la cultura, su verdadero valor de subcultura anticapitalista es absorbida por el capitalismo que encuentra en su forma de vestir y de actuar un nuevo grupo social al cual vender sus productos. El emo se convierte en un nuevo mercado, su enemigo se apropia de sus cualidades, se las aplaude mientras le vende más objetos que se convierten en signos, y que antes eran signos de los que el capitalismo se apropio para convertir en objetos.

El emo esta en decadencia, se convierte en moda y banalidad que comenzó cuándo fue descubierto a las masas. Ha comenzado su proceso de domesticación y es inevitable que pronto deje de tener importancia y quede permanentemente adherido a la cultura y el estilo aceptado por todos. Este texto, es por el solo hecho de existir, una empresa intelectual contra este que busca introducir al emo a un nivel racional del que busca escaparse.