Praga es una ciudad bella, sin duda. Sin embargo, cuando llegué ya estaba destrozado, los pies de todo el tiempo usar botas empezaban a doler. Creo que desde el tren ya me veía muy mal, cabello largo, labios secos y sangrantes (después apareció el labello), ojeras y medio mugroso pues los esposos que iban conmigo en la cabina me dieron un sandwich, dulces y agua. Platicamos un poco, eran de Estados Unidos, pero vivian desde hace algún tiempo en Budapest e iban a Praga por cuestiones de trabajo. Platicamos otras cosas, que ahora por el tiempo y porque en realidad Praga si fue para mi en cachitos. Estaba cansado por toda la aventura húngara que enfrentarme a la nueva situación checa simplemente me partió en cachitos (empezando por los pies) Cuando el tren llegó a Praga quisé despedirme de ellos y los espere bajando el tren, pero los perdí de vista, no vi cuando bajaron. Los intente buscar en el anden y luego en la estación de tren pero habían desaparecido por completo... y yo, muy malagradecidamente, no me había despedido. Esto, dentro de mi lógica destinal a diferencia de Bertrand no entra en la categoría de "me los voy a volver a encontrar" sino en la de "me los tenía que encontrar", como si fuesen enviados divinos... y así fue, me dieron de comer, de beber y hasta dulces, me ayudaron con el mapa y a ubicar los hostales, me explicaron como funcionaba el metro y que lugares debería visitar. Una lindura de gringos... y no me pude despedir. Solo di gracias y sonreí mientras abandonabamos el tren, pero de verdad que nunca vi en que momento bajaron o como fue que desaparecieron.
Había llegado a Praga. El hostal era el siguiente paso, y aquí empieza todo en cachitos, para no aburrir.
Tarde alrededor de dos horas en llegar al hostal. Llegué a hora pico y entonces transportarse en camión y metro era un poquito problematico. Al final acaba caminando con todo y que los pies ya dolian. Lo encontré al fin, y era un lugar muy gringo a mi parecer. La recepcionista tenía todo el porte gringo y un inglés perfecto. El lugar era amable, las camas cómodas, los lockers funcionabab y todo estaba perfecto, menos mis pies. Pero era Praga, el final de mi viaje, no tenía tiempo para desperdiciarlo descansando. Me bañe y salí a buscar que cenar. Comí en un McDonalds que era lo más cercano al hostal. Sé que podría recibir quejas de todos diciendome que que hacia comiendo McDonalds en Praga, pero de verdad que no podía caminar mucho a encontrar algo ad-hoc a Praga y menos con el frío que hacía.
Pensé que no podría caminar mucho después. Pero con comida agarre valor y recorrí todo el centro de Praga caminando. Por ratos hacia mucho frío, por ratos se calmaba. Pero yo seguía caminando y perdiendome por las calles, porque aquello era un laberinto y me encantaba... Que me pierda no es algo muy común, de hecho una rareza. Y en Praga cada rato me perdía. Y me obligaba a quitarme los guantes y sacar mi mapa y buscar las calles y descubrir que estaba mal e iba en dirección totalmente opuesta. Era maravillosa esa sensación de estar perdido. En más de una ocasión camine nada más por caminar hasta que sintiera que había perdido totalmente el sentido de la orientación y volver a sacar el mapa (que además soy fan de los mapas) y ver que tan lejos había llegado y trazar una linea mental en el mapa que me dijera donde habia ya estado y que me había perdido. A veces así se me olvidaba el dolor de pies.
YA! Más rápido o nunca terminaré de escribir... y han pasado interesantes sucesos...
Entre a un antro llamado Friends, en miércoles de Karaoke muy divertido. Dormí algunas horas, al otro día tuve que comprar unos tenis, porque con las botas ya no podía caminar. Era mi último día antes de regresar a Polonia, recorrí el centro de Praga caminando, luego fui al castillo donde pase el resto del día y por la noche fue a un concierto de grandes éxitos clásicos que resulto increíble, aunque duró apenas una hora.
Ya, con mucho cansancio, pero la misma emoción subí al tren rumbo a Katowice en Polonia. Un poco triste porque me empezaba a despedir de Europa, volvia a Polonia y con eso empezaba de vuelta el viaje hacia México. Antes por supuesto me despedí de Praga que resulto ser muy amable, de espiritu masculino y fiestero. Muy jóven y tranquila. Me gusta Praga pero no me sentía parte, solo era un turista más... como muchos otros, y lo que dicen de que tiene hombres muy guapos es cierto... pero no fue tan sorprendente como me lo habían anunciado.
Subí al tren donde un ruso, porque el tren iba a Rusia, que no hablaba inglés me dirigió a mi compartimiento en el que había camas en vez de asientos. No proteste, porque además el ruso no entendía y ni yo a él. Por fortuna, había un tríptico explicando como funcionaba el tren y que me levantarían media hora antes de llegar a la estación. Me mantuve despierto hasta que abandonamos Praga, después acomode mis cosas, mande a dormir a Berny y Jené y yo... caí rendido, un poco triste, muy contento... yo seguía soñando... que había estado en Praga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario