Llegué a Nueva York, a las 3 de la tarde. El vuelo estuvo tranquilo y gran parte de este me la pase completamente dormido. En Nueva York ya empezaba a cojear. Bajé del avión, hice fila para el oficial, no habría forma de que no me dejaran entrar a los Estados Unidos y si hubiera, pensé, con todo el cansancio no me importaría esperar las 19 horas sentado en alguna oficina. Estaba realmente cansado. El oficial me pregunto lo de rutina y que dónde me hospedaria, le mostré la lista de hostales que había sacado de internet antes de salir de París. Sin problemas salí del aeropuerto. Tome el Air Train y después el Metro. Cuando subi al metro aún era de día y a lo lejos pude ver algunos rascacielos pequeñitos. Cuando llegué a Central Park ya era de noche. Me dispuse a buscar un hostal conforme a la lista. En cuanto salí del metro un frío DE LA CHINGADA atravesó todo mi cuerpo. Apenas y me podía mover y el viento parecían cuchillos helados que se encajaban en la ropa y la atravesaban. El peor frío de todo el viaje. Llegué a uno de los hostales en la lista. Me registré sin problema y subí al cuarto donde me ayudo a abrir un holandes porque la puerta tenía truco. Platicamos un poco y me cayó muy bien. Estaba de vacaciones por una semana y ese era su último día, venía de Amsterdam y según dijo, la cama que escogí había sido ocupada por puros mexicanos durante toda la semana. Salí a los pocos minutos buscando donde conectarme para avisar en mi casa que todo iba bien y la hora a la que regresaba. Le marque a Marek con el fabuloso crédito de Skype y aunque lo desperté a los dos minutos ya estaba conectado. Platicamos un poco sobre nuestros respectivos viajes de vuelta a casa y nos despedimos pronto. Él tenía sueño y a mi me esperaba Nueva York.
El tiempo estaba muy reducido, por lo que viendo el mapa solo recorrería Manhattan. Me parecia coherente. El pie derecho ya no lo sentía, facilmente me hubiese quedado a dormir en el hostal, pero mi yo-viajero me reclamaria por siempre no haber salido a conocer Nueva York. Total, que si me amputaban la pierna podría contarlo como parte de la aventura y hasta en una leyenda me podría convertir, y Alex Archundía podría decir: Te sabes la leyenda del que le cortaron el pie por caminar tanto en Nueva York...
Tomé el metro de la 96st y baje hasta Fulton St para llegar al World Trade Center, donde obviamente no había nada más que maquinas detenidas. Caminé hasta el Battery Park con la esperanza de ver la estatua de la libertad pero estaba tan lejos y se veía tan pequeñita que me fuí desilusionado y luchando contra el viento que me empujaba hacia el lado contrario. Caminé por Broadway hasta Wall Street esperando ser testigo de algún suicidio por eso de la crisis, pero nada. Quisé seguir caminando hasta llegar a la 42nd street pero con el pie y el frío fue imposible. Subí al metro en Wall Street y me fuí directo a la 42. Camine hasta Times Square y fue toda una sorpresa porque aunque lo he visto en miles de películas y programas, la experiencia visual de estar ahí y ver tanta cosa brillante es totalmente diferente. Además de que para ser lunes y 11 de la noche se veía muy vivo.
De Pronto apareció Virgin con anuncios enormes de muchos descuentos. Mi pie me dijo: "Esto es lo único de Nueva York que te voy a dejar conocer, así que entra y encuentra alguna película que valga la pena comprar" Entré y busqué y busqué. No había nada, bueno, mucho, pero nada interesante y lo que había de interesante pese al descuento seguía estando muy caro. Cuando ya me iba decidi darme una vuelta por los soundtracks...
Y ahí estaba, lo que había olvidado buscar en Europa... y que ni en internet lograba encontrar:
El único CD en existencia en la tienda del soundtrack de Otto. Lo tomé enseguida y corrí a la caja, con miedo de que alguien me dijera que ya estaba apartado o vendido. Salí de la tienda, muy contento si alguien preguntaba podría decir que fuí a Nueva York nada más a conseguirlo y así sentirme cool y en ondita. Ahora estar en Nueva York tenía mucho sentido. Hasta olvide el vacio de la estatua de la libertad, el WTC y Wall Street. Continué caminando por Times Square y tomando fotos de todos los espectaculares. Me senté en las escaleras rosas a abrir mi CD y ver a mi novio Otto, ahora del otro lado del charco. Con el frío no aguante mucho y continue caminando. Caminé por Broadway y luego hacia el Rockefeller Center. Pero a cada paso el pie estaba peor, y dolia más y más. Además no había mucho que ver, más que rascacielos y eso nunca me ha impresionado. Regresé a Times Square porque Jené seguía llorando de haber dejado París y Berny me dijo que lo llevaramos a McDonalds. En Times Square había uno. Además de que comer McDonalds en Estados Unidos vale como pierogy en Polonia, Pasta en Italia, o Baguette en París.
Estuvimos un buen rato ahí, cuando me intenté levantar el pie dolía peor que nunca. Cogeaba y no podía poner mucha presión. Bajar las escaleras fue una osadía. Pero con un Jené más contentito y Berny pidiéndome fotos no pude negarme y fuímos a tomar las fotos respectivas de Nueva York, aunque solo hayan sido de Times Square.
Jené ya contento me pidió que caminaramos más por Nueva York. Lo hicimos hasta eso de la una y media de la mañana. Cuando todos ya estabamos muertos y no encontrabamos nada más que puros edificios y como fuera no existía el mismo encanto que habia en París de madrugada. Además de que el frío era horrible. Subimos al metro y nos fuimos directo al hostal. Berny y Jené se quedaron dormidos enseguida. Yo no podía porque tenía que estar en el aeropuerto a las 7, quizá 7.30 y habíamos hecho una hora y media de camino del JFK al hostal. No tenía pila en el celular, por lo que no podía poner la alarma. Además estaba tan cansado que me iba a ser imposible despertarme. Y si no saliamos muy temprano no íbamos a llegar. Y me preocupaba que el metro fuera lleno o fuera imposible entrar (como suele suceder en la ciudad de México) y la impresión que tenía de Nueva York es que de igual forma era un monstruo no solo en altura sino también en extensión.
Sin embargo, me quede dormido unos cuantos minutos y me desperté asustado buscando un reloj. Saqué mis cosas del cuarto para ya no hacer más ruido y cuando vi apenas iban a ser las 4.30. Busque una mesa, me senté y me pusé a oír el soundtrack de Otto mientras daban las 5.30. Cuando dió la hora guarde mis cosas, revisé todo, baje, deje la llave y me salí. Empezaba a haber movimiento en la calle y poco a poco iba amaneciendo. Estaba en tiempo por lo que caminé hasta la siguiente estación de metro de la calle 86 al lado de Central Park. Sí, también la experiencia neoyorquina me había gustado pese a ser breve y de noche. Central Park era el claro ejemplo de todo lo que me había faltado hacer en Nueva York, por no decir todo lo que me lamente de no planear bien mis horas ahí y poder entrar a algún musical. Ahora no había tiempo. Debía volver, ahora a México y algún día a Nueva York.
Subí al metro. Vi anunciada el día y la hora. Era Febrero 24. El día de mi regreso, planeado desde meses antes y que en aquel entonces se oía tan lejana.
En menos de una hora ya estaba en el aeropuerto tomando el AirTrain hacia la terminal 2. Afuera ya había amanecido y por la ventana del tren pude ver los rascacielos a lo lejos. Espere con un café y un pan. Y después aborde el avión, el piloto era un cómico en potencia y desde antes de subir comenzó con sus chistes lo que hizo el despegue muy agradable. Vi a la gente que iba en el avión y salvo uno que otro americano sangrón todo el vuelo iba lleno de mexicanos. Me sentía en casa... con la tristeza de que por ninguna parte encontraba a alguien guapo. Me puse a pensar que en Nueva York no había encontrado a alguien sumamente guapo... No, así no podría vivir en Nueva York por mucho tiempo... Extrañe más Europa y a Marek.
Sin ningún contratiempo el avión partió hacia la Ciudad de México. Berny y Jené seguían dormidos y cansados. Yo descubrí que el avión traía la canción de James Blunt, 1973. La había oído antes... en FRIENDS en Praga, en el Karaoke, solo que ahí no sabía de quien era... La repetí muchas veces junto con Mamma mía y otras cosas, caí dormido en algún momento mientras volaba sobre Estados Unidos.